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martes, enero 31, 2006

EL CEREBRO AUXILIAR



El cerebro de cualquier persona adulta contiene más cosas de las que puede manejar.


La cantidad de información que el cerebro de cualquier ser humano acumula en veinte o treinta años de vida es tan inmensa que ni él mismo podría preparar un catálogo mínimo de lo que tiene. Hace veinte años escribí un brevísimo cuento:


EL HOMBRE QUE RECUERDA

Un joven imaginado por nosotros vive veinte años en el mundo y, trascurrido este tiempo, se encierra en una habitación de paredes blancas. En este aposento no entra la luz del sol ni se adivina la oscuridad nocturna. Hay tan sólo, si es posible imaginarlo, una claridad no definida, neutra, que no produce sombra alguna. El hombre no saldrá jamás del lugar donde queremos verle, se somete a nuestros deseos y renuncia a seguir viviendo. Su tarea, la única, será recordar sus años de libertad, sus momentos de libre albedrío. Para ello le concedemos sesenta, cien años si los requiere.

La intención de este cuento era mostrar que ese hombre no tendría tiempo suficiente para recordar esos 20 años de vida, ni siquiera a lo largo de 100 años. Hay que tener en cuenta que su misión es recordar absolutamente todo.

Y no podría recordar 20 años ni siquiera en cien años debido a diversas razones que ahora ni yo mismo recuerdo (no terminé el cuento), pero entre ellas porque el mundo del pensamiento no es el mundo de las cosas, sino el de las relaciones entre las cosas y porque, hablando de manera estricta, no conocemos las cosas reales, existan o no, sino sólo la relación que establecemos entre nuestra mente y algo exterior a ella. Es decir, de nuevo relaciones, como bien decía Leibniz.

Como es obvio, la idea que tenemos de nuestra propia mente es también una relación entre datos de observación recibidos por ella y gracias a ella. No conozco a nadie que lo haya dicho mejor que Demócrito en su juicio entre la razón y los sentidos, del que sólo posemos unos fragmentos:

"Después de haber dicho "por convención el color, por convención lo dulce, por convención lo salado, pero en realidad sólo existen átomos y vacío", Demócrito hace que los sentidos, dirigiéndose a la razón, hablen de este modo: "¡Oh, mísera razón que tomas de nosotros tus certezas! ¿Tratas de destruirnos? Nuestra caída, sin duda, será tu propia destrucción"

(citado por Galeno, De medicina empirica, fr.1259,8.)

De todas las cosas que un cerebro contiene, las que más influyen en su manera de pensar son las primeras que aprendió.

Nuestro aprendizaje va de lo conocido a lo desconocido. Los nuevos conocimientos se asientan sobre los antiguos y es casi imposible que podamos conocer algo realmente nuevo, algo que no tenga relación con algo que ya sabemos. Como ya se dijo antes, el conocimiento de las cosas es conocimiento de relaciones y también relacionamos lo nuevo con lo antiguo. Incluso lo que consideramos puramente nuevo se relaciona con lo antiguo: es distinto que aquello.

Decía Jenófanes: lo conocido es la base de lo desconocido.

La consecuencia de esto es que nuestros primeros conocimientos son la base sobre la que se apoyan los posteriores, que están muy condicionados por ellos.
Del mismo modo que cuando aprendemos mal una palabra, después nos cuesta aprenderla bien, también nos resulta muy difícil librarnos de nuestros prejuicios incluso aunque seamos conscientes de ellos y los despreciemos.


Por un movimiento intuitivo del todo natural, nuestro cerebro se pone a trabajar con los parámetros a los que está habituado.
Esto, que es un hecho de la conciencia individual, se puede fácilmente trasponer a la conciencia social o colectiva. Para decirlo sin que parezca que se trata de una especie de cerebro social: las sociedades establecidas intentan resolver los problemas recurriendo a métodos que han funcionado antes. Cuando el método no parece funcionar, les da por romperlo todo. Lo mismo hacemos las personas: ante una dificultad que no podemos resolver por los cauces habituales caemos en la depresión, la ira, la desesperación o el nihilismo. O la ironía.


Uno de los mayores problemas de lo seres humanos es su deseo de tener claras las cosas.

Nuestro deseo de tener claras las cosas puede deberse a diversas causas, que aquí se van a enumerar, o tal vez a ninguna de ellas. Tampoco resulta de vital importancia descubrir su origen, sino que es mucho mejor darse cuenta de que tal cosa sucede. Newton no sabía cuál era la causa de la gravedad, pero sí sabía que esta fuerza existía y supo explicar cómo actuaba.

Pues bien, el origen de ese ansia de tener las cosas claras puede deberse a una estrategia de supervivencia biológica de la especie, o puede deberse simplemente a que nuestros padres y en general los adultos nos educaron durante la infancia con dicotomías simples: "Esto es bueno, esto es malo, haz esto, no hagas esto".
Posteriormente, seguimos aplicando este método y nuestra mente coloca en categorías más o menos estancas las cosas que va aprendiendo. Preferimos tener un enemigo claro al que podemos insultar que la incertidumbre de llegar a entendernos con él, porque eso podría hacer que se tambalearan nuestras seguridades y nuestro ordenado mundo mental.

De esta manera establecemos barreras infranqueables que nos separan de ciertas personas, como si se tratara de seres de otro planeta o de otra especie con la que la comunicación es imposible. Pero no somos tan distintos de ellos.

La escritura supone un cambio en nuestra manera de relacionarnos con la realidad porque permite que nos observemos a nosotros mismos.

Y las páginas web, los weblogs y en general todo el procesamiento de información gracias a los computadores nos permite contemplarnos mejor que antes.

También nos permite acceder de manera rápida a nuestras propias ideas, que podemos guardar y ordenar mejor que en nuestro propio cerebro.

En efecto, cuando guardamos nuestras ideas en nuestro cerebro biológico, esas ideas no se quedan allí tal como las dejamos, sino que evolucionan y se desarrollan. No es que tengan vida propia. Lo que sucede es que nuestro cerebro trabaja por su cuenta en un plano no consciente o no inmediatamente consciente. Prefiero no utilizar aquí ningún térrmino concreto, como subconsciente, preconsciente o inconsciente. Términos que están asociados a teorías con las que no estoy seguro de que coincidan mis ideas.

Lo importante es que nuestro cerebro trabaja en un plano que no es siempre inmediatamente perceptible por nuestra conciencia habitual. Esto se puede comprobar de diversas maneras.

Cogemos un libro de fotografías de un tema que nos guste. Por ejemplo, de artistas de cine.
Miramos una a una las fotografías y apuntamos el nombre de cada artista. Probablemente habrá algunos de los que no nos acordaremos.
Cambiamos de tema y nos olvidémonos del álbum
Al cabo de unas horas o de unos días, tomamos de nuevo el álbum. Descubriremos que, sin siquera pensar en ello, en cuanto vemos las fotos, nos vienen a la memoria nombres que en la ocasión anterior no habíamos recordado. También seremos capaces, en muchos casos de adivinar cuál será la siguiente fotografía, aunque ens u momento no le hayamos a nuestro cerebro la orden consciente de percibir y memorizar ese orden.

Se pueden hacer muchas expeiencias similares a esta que prueban que el cerebro trabaja por su cuenta.


Se habla de la Red mundial o Internet como una epecie de conciencia colectiva. No es el tema que me interesa en este momento. Yo sólo quiero hablar del almacenamiento de información en computadores o páginas de la Red como si se tratara de un cerebro supletorio.

Cuando uno escribe en una página web y no se limita a dejar ahí las entradas y olvidarse de ellas, sino que regresa, las relee y establece nuevos nexos entre cosas nuevas y antiguas, está actuando de manera semejante a como lo hacen nuestras neuronas todos los días.

En realidad lo está haciendo de manera doble. Por un lado, todo trabajo en el ordenador de acumulación de datos y de establecimiento de nexos está efectuándose en paralelo en el interior de nuestro propio cerebro. Es una especie de trabajo duplicado.
Ahora bien. No somos plenamente conscientes de los nexos que se establecen entre nuestras neuronas cuando digerimos información. No podemos, por el momento, observar esos nexos y catalogarlos. No podemos decir que tal o cual conocimiento pasa de esta a aquella neurona a través de un axón concreto.
Pero sí podemos trazar un mapa y reconstruir los nexos que hemos establecido en nuestra página web (e incluso con páginas web externas).
La metáfora de la telaraña o red mundial no es del todo adecuada, puesto que en una telaraña aunque haya muchos hilos estos suelen estar en una estructura ordenada y no se establecen conexiones siguiendo patrones caóticos. Excepto cuando las arañas son sometidas a alucinógenos y empiezan a tejer de manera verdaderamente caótica.
La metáfora adecuada sería tal vez la de las neuronas, si es que fuese cierto que cualquier neurona del cerebro pudiera conectarse con cualquier otra, lo que no es seguro. En la red mundial, es posible establecer en principio una conexión entre dos puntos cualesquiera mediante un enlace directo, se encuentren donde se encuentren.
Esto supera a las neuronas, aunque las neuronas, por el momento superan a cualquier sistema creado por el hombre en capacidad.
Sucede, sin embargo que la fusión entre neuronas e información computacional está cada vez más cerca. La duda es cómo se producirá esta fusión y qué condicionará a qué. Las neuronas a los bits o los bits a las nuronas. La posibilidad de una policia del cerebro a través de la conexión por microchips biológicos parece cercana y quizá sea difícil escapar a ella.

Lo que sí parece seguro es que en el futuro desaparecerán los teclados, las pantallas y cualquier otro artilugio de hardware como ahora lo conocemos.
Sí, quizá sigan existiendo, pero resultarán innecesarios: tendremos toda esa información directamente acoplada al cráneo, o ni siquiera eso: podremos acceder a ella de manera eléctrica, aunque estén alojada externamente. Algo parecido a la telepatía. Quiero decir con ello que nos bastará pensar en que queremos consultar un dato para acceder a ese dato. Podremos navegar por intenet sin teclear y sin mirar a una pantalla física: lo veremos todo dentro dentro de nuestra cabeza. No creo que falte mucho para eso.

A quien le parezca algo difícil de creer debería reflexionar en qué es lo que hacemos cuando pulsamos las teclas de un teclado. En milésimas de segundo pensamos: “Voy a apretar la tecla a y luego la r y luego la t y luego la e".
Y efectivamente, no sólo lo pensamos, sino que además mandamos esa instrucción a nuestro cuerpo que aprieta cuatro teclas. El lector puede detenerse un momento a pensar en lo complejísimo que resulta algo aparentemente tan sencillo como escribir ARTE en el teclado de un ordenador.
Parece desde luego infinitamente más sencillo pensar en la palabra ARTE sin más y verla aparecer en la pantalla. De hecho, ya existe la comunicación verbo/ordenador sin teclado ni ratón , sólo con el pensamiento. Naturalmente, hace falta un chip o un electrodo conectado al cerebro, pero a partir de ahí, la persona puede manejar el ordenador sólo pensando. Pensando, sin mover las manos ni la boca, puede hacer que el ordenador abra un nuevo documento o lo cierre o escriba SÍ o escriba NO. Esto es sólo el principio.

El final de ese camino será que podremos contemplar todo lo que tenemos en el cerebro como quien lo contempla en la pantalla de un ordenador. Y también se producirá, al menos en una primera fase una especie de fusión entre nuestros datos externos, los de nuestro ordenador o nuestra página web y los del cerebro.

Esto sin duda tendrá mucha importancia en el tratamiento de lo que hoy se consideran enfermedades mentales o psicológicas y me atrevo a predecir que algunas de las ideas de Freud serán recuperadas, pero por un camino bastante inesperado para los propios psicoanalistas. Ahora el psiconanálisis, con razón, está en horas muy bajas, casi agonizando, pero algunas de las intuiciones de Freud podrán ser aplicadas de nuevo, pero no de la manera mística en que fueron aplicadas en el siglo XX y a la que él contribuyó o no supo resistirse, y se recuperará su validez original lamentablemente desperdiciada por aprendices de brujo que no disponían de las herraneintas necesarias para o caer en la magia.

Naturalmente, esta fusión será la llave de la inmortalidad, pero ciertos fenómenos químicos hacen todavía dudar de si tal inmortalidad será realmente personal.

La gramática innata de Chomsky


El innatismo de Chomsky

El innatismo de Chomsky no es exactamente igual al de Descartes. Descartes pensaba que tenemos ideas innatas, como la idea de Dios.


Chomsky piensa que tenemos un lenguaje innato. O al menos una gramática innata. Chomsky pensaba -y supongo que sigue pensando- que no era posible explicar las capacidades lingüísticas del ser humano mediante un sencillo mecanismo de imitación.

Esa era la tesis del conductismo acerca del lenguaje: imitamos el comportamiento de otros miembros de nuestra especie. Entre esos comportamientos está reír, camimar sobre dos piernas, en vez de a cuatro patas, o emitir sonidos por la boca que se asocian a ciertos objetos o actos: gritamos el nombre de un objeto y nos dan ese objeto (por ejemplo, un chupete), o incluso conseguimos que ese objeto venga a nosotros (por ejemplo, nuestro padre con el chupete, o él como único objeto).
La teoría conductista puede parecer tentadora a primera vista, pues se pueden hacer muchas cosas simplemente imitando, pero no consigue explicar el complejo funcionamiento del lenguaje humano y el de un hablante, quien no se limita a imitar, sino que puede ser creador de nuevas formas, por ejemplo, frases que nunca ha escuchado.

Así que Chomsky postuló, frente al conductismo, otra teoría: que poseemos una gramática innata.
Esa gramática innata no la habría puesto Dios en nuestro cerebro, sino que sería un producto de la evolución. Era el resultado del desarrollo evolutivo darwiniano.
En consecuencia, la teoría de la gramática innata de Chomsky se opone a las teorías conductistas acerca del lenguaje como lo haría cualquier innatismo, como el innatismo de Descartes, según el cual esa gramática la ha puesto Dios en nuestro cerebro; o como el innatismo de las ideas de Platón, quien opinaba que posemos ideas que aprendimos en el mundo ideal en el que viven las almas. Entre esas Ideas de Platón, habría, hay que suponerlo, una gramática que nos permitiría aprender el lenguaje concreto del ser humano en el que nuestra alma se ha encarnado, e incluso todos los conceptos matemáticos, como se ve en el célebre pasaje en el que Sócrates muestra como un esclavo iletrado posee, sin embargo, toda la matemática: le basta con recordarla.

Quede claro, pues que el innatismo de Chomsky no depende de Dios, como el de Descartes, ni de un Mundo Arquetípico, como el de Platón. El innatismo de Chomsky es un producto de la evolución. Es decir, es un a priori en nuestro cerebro, pero que ha surgido a posteriori en nuestra historia como especie, como los a priori kantianos que algunos consideran también a posterioris evolutivos.

Innatismo y tabula rasa
Sin embargo, aunque el innatismo de Chomsky sostiene que ya tenemos algo en nuestro cerebro desde que nacemos (una gramática) no se debe pensar por ello que las teorías rivales al innatismo necesariamente sostengan que el cerebro es una tabula rasa, una superficie virgen sin nada escrito en ello. Esa es una parodia que usan los chomskyanos para conseguir rápidamente que sus enemigos parezcan grotescos. Pero lo cierto es que incluso los conductistas sabían que el cerebro humano no es igual que el cerebro de otras especies animales y, aunque no consideraban mensurables los llamados estados internos (como las emociones o los sentimientos no expresados de manera observable), también experimentaban directamente sobre el cerebro, como en el caso del célebre perro de Pavlov o en las operaciones, a menudo bordeando el crimen, en las que se extirpaba una parte del cerebro del paciente para modificar su comportamiento.
En realidad, la idea del cerebro como tabula rasa no la propuso Aristóteles para postular que el cerebro era equivalente a una tablilla de cera sin grabar: si así fuera, las tablillas de cera se podrían haber hecho con el dominio del planeta en vez de los seres humanos. En realidad, Aristóteles usó esa imagen para oponerse al innatismo de Platón, a la teoría que sostiene que tenemos, ya desde el nacimiento, todo el conocimiento en nuestra mente y que, por lo tanto, lo único que debemos hacer es recordarlo.

Lo cierto es que son muy pocos los que han pensado que el cerebro es una tabula rasa, a no ser los innatistas teológicos estrictos, es decir, aquellos que piensan que existen dos sustancias, alma y cuerpo y que todas las funciones mentales superiores pertenecen a ese alma que penetra en el cuerpo y el cerebro y lo anima: anima (vida) es la palabra de la que deriva alma, etimología todavía presente en el castellano: el monte de las ánimas.

Sólo desde la creencia en un alma separada del cuerpo podemos considerar que el cerebro es literalmente una tabula rasa hasta que el alma se derrama en él como vino en una copa.
Pero ya he dicho que el innatismo de Chomsky se separa de los innatismos anteriores en que considera que el origen de esa gramática innata es puramente material y naturalista: un resultado de la evolución.

¿Qué es lo que ofrece la teoría de Chomsky?
La teoría de Chomsky ofrece una manera de explicar por qué los seres humanos son capaces de aprender el lenguaje.
No sé si la teoría de Chomsky es correcta o no. Sería muy interesante descubrir que lo es y que poseemos una gramática innata. Eso daría lugar a interesantes planteamientos acerca de la evolución y de la organización cerebral. Sin embargo, hay que insistir en el hecho de que la de Chomsky no es otra cosa que una teoría no comprobada. En lenguaje estrictamente científico, se trata sólo de una hipótesis, no de una teoría.

Ahora bien, en el estado actual de la investigación, considero que la hipótesis de la gramática innata es innecesaria. No resulta indispensable para explicar por qué somos capaces de aprender y manejar un lenguaje y, además, tiene una inquietante cercanía con otras teorías innatistas que no he mencionado todavía, teorías que puede parecer que explican algo, pero que lo único que hacen es describir. Por ejemplo, la teoría de los arquetipos de Jung.

Más innatismos
Jung observó que hay ciertos esquemas mentales que se dan en todas las culturas. Ello le hizo preguntarse, al igual que hizo Chomsky respecto al lenguaje: ¿cómo es posible que personas de culturas muy diferentes compartan estos esquema comunes y que incluso puedan adquirirlos seres humanos criados al margen de toda aculturación?.
La respuesta es practicamente indéntica a la de Chomsky: existe un inconsciente colectivo en el que se hallan esas figuras o arquetipos.
Hay que suponer que esos arquetipos comunes, al igual que la gramática de Chomsky, se transmiten por vía genética (¿de qué otro modo podría trasmitirse si no?), pero aquí la posibilidad de contrastar la teoría es tan imprecisa como en el caso de Chomsky.

¿Cómo podríamos comprobar que existen esos arquetipos? Podríamos hacer una lista de esos arquetipos y ver si efectivamente se dan en todas las culturas, comprobar que existen también en una persona sin contacto con ninguna cultura. Lo mismo, se supone, se podría hacer con la gramática de Chomsky.

En ambos casos seguramente encontraremos, al final de nuestra investigación, tanto los arquetipos como la gramática. ¿Por qué? Porque posiblemente no los encontramos porque estén en el cerebro sino porque estén en la naturaleza de las cosas.

Yendo de lo más sencillo a lo más complejo. Imaginemos que yo digo que a lo largo de la evolución el ser humano aprendió a distinguir entre las direccciones izquierda/derecha, norte/sur y arriba/abajo porque eso era vital para su supervivencia como especie. El que no sabía distinguir una cosa de otra no era capaz de subirse a un árbol (arriba) y era devorado por los lobos.
Pero si ahora digo que mi hipótesis es correcta puesto que, de hecho, sabemos distinguir entre esas direcciones, estoy cometiendo una falacia argumentativa. En realidad, parece más lógico pensar que cualquier animal bien adaptado para la supervivencia será capaz de distinguir tales direcciones sencillamente porque observando la realidad con cierta atención es fácil darse cuenta de que trepando a un árbol uno se libra de los lobos: no hace falta conocer conceptualmente la diferencia entre “arriba” y “abajo”.
Pasemos a un ejemplo un poco más complejo: las categorías de Aristóteles, que son: sustancia, cualidad, cantidad, relación, acción, pasión, lugar, tiempo, situación, hábito externo.

Hay discusión acerca de qué pretendía Aristóteles con estas categorías: ¿son cosas realmente existentes, son cosas que podemos decir de las cosas aunque no estén propiamente en ellas, o son, sencillamente, predicados aplicables a las cosas?

Sean lo que sean, es claro que son muy útiles y que es una manera interesante de entender el mundo aplicarle las categorías de Arsitóteles y plantearnos si existen otras que él no mencionó. Es decir, podemos intentar encontrar más posibles predicados o accidentes de las cosas. Veremos que resulta difícil encontrar más: Aristóteles era un buen observador.

Pero creo que también sería una falacia argumentativa decir que el hecho de que en todas las culturas haya una manera equivalente de referirse a las cualidades de las cosas (aunque no estén tan sistematizadas como en las categorías aristotélicas), prueba que hemos adquerido las categorías gracias a la evolución o que son figuras o ideas de un incionsciente colectivo o algo semejante.
Un último ejemplo: a pesar de la tremenda variedad de historias dramatizables posibles, cuando alguien ha intentado hacer una lista de argumentos básicos no ha encontrado demasiados. Gozzi encontró 36 argumentos posibles en los que se podía clasificar cualquier narración conocida. Goethe se lo contó a Schiller y Schiller, incrédulo, dijo que encontraría más variantes: sin embargo, encontró menos que Gozzi. ¿Debemos, por ello decír que el cerebro humano está incapacitado para encontrar más de 36 argumentos porque estos argumentos son parte de un inconsciente colectivo o de una especie de narratividad innata al ser humano? No veo por qué: parece más bien absurdo.
Pero insisto, aunque fuese cierto que todas esas cosas, la gramática, los arquetipos, las ideas de Platón, la gramática de Chomsky, o los 36 argumentos de Gozzi fuesen innatos, ¿cómo se comprueba eso?
Respuesta 1: Si encontramos una nueva categoría que no es concebible por el cerebro humano
¿Pero cómo concebir una categoría no concebible? Parece difícil.

Mostrando que los animales no manejan el lenguaje como los seres humanos y concluyendo que ello prueba que la evolución no les ha llevado a desarrollar una gramática
Tampoco les ha llevado a desarrollar las 36 situaciones de Gozzi, pero eso no hace más innatas las 36 situaciones. Tampoco los animales son capaces de cosas mucho más sencillas que manejar una gramática o una narratividad innata: ni siquiera se les ocurre vestirse con las pieles de otros animales.

Se supone que para que esa gramática sea innata debe tener algunas características que deberían existir en todos los lenguajes y que otras características no pueden existir en ningún lenguaje humano.
¿Es, de nuevo, comprobable una tesis semejante o siquiera planteable de alguna manera comprensible? Por ejemplo, esa gramática innata debería hacer que todos los lenguajes tuvieran unas características comunes, y a veces se esgrime eso como una prueba de que existe tal característica innata: la semejanza entre todos los lenguajes. Pero, en mi opinión, esas semejanzas no van más allá de la enumeración de cosas tan de sentido común o implícitas en la naturaleza de las cosas como pueden ser las categorías de Aristóteles o los arquetipos de Jung, donde a menudo se exageran los rasgos comunes y se olvidan o apartan las diferencias, considerándolas “triviales”. Por ejemplo, en el llamado viaje del héroe.


EL VIAJE DEL HÉROE
Imaginemos que queremos contar una historia sin recurrir a arquetipos de ningún tipo ni a las tradiciones culturales de la humanidad. Tenemos, como sucedía con las categorías de Aristóteles, un número más o menos reducido de posibilidades.

Número: un sólo protagonista // dos protagonistas // Tres o más protagonistas (un grupo) //
Protagonistas colectivo (una masa)

Relación entre ellos: amor //odio //amor y odio //indiferencia

Cómo empieza la historia: bien //mal //indeterminado

Cómo termina la historia: bien //mal //indeterminado

En cada categoría hay diversas posibilidades, más de las que he puesto aquí, pero no serán demasiadas de todos modos. Es de la combinatoria entre esas posibilidades de donde surge la casi infinita variedad de historias, del mismo modo que de las 32 piezas en un tablero de ajedrez que se mueven sobre 64 casillas surgen millones y millones de posibles partidas de ajedrez. O del mismo modo que de unas pocas reglas gramaticales y de un alfabeto de 24 letras surgen millones de frases diferentes. ¿Es también innato el ajedrez? ¿Es también innato el alfabeto?

Por otra parte, las diferencias entre los diferentes idiomas hacen que esas supuestas reglas universales no parezcan ser gran cosa. En el mundo hay lenguas que son ideográficas, pictográficas, alfabéticas, fonéticas, etcétera (tampoco aquí hay demasiadas variantes posibles) pero después hay lenguas que no se ajustan a ninguna de estas categorías, como el chino, que es a la vez pictográfica, ideográfica, conceptográfica, fonética y no fonética, no alfabética, etcétera, hasta el punto que es más sensato decir que no es ninguna de estas cosas y que en realidad los caracteres chinos no son ni pictogramas ni ideogramas, ni fonogramas, sino que son sinogramas, es decir “chinogramas”. Y no sólo eso, además los verbos chinos no tienen tiempo y tampoco hay artículos.
Para existir una gramática innata, asombran tales diferencias: ¿no será que cualquier posible lenguaje es creable, pensable y manejable por un cerebro suficientemente desarrollado (también, eso sí, gracias a la evolución)?.

Es decir: ¿Hace falta una gramática innata o, más bien, cualquier gramática puede ser manejada por un organismo lo suficientemente complejo?.

Es bastante evidente que hay algo en el funcionamiento del cerebro humano que nos hace capaces de manejar el lenguaje como no lo hacen, según parece, otras especies animales. También somos capaces de hacer otras cosas que no hacen otros animales, como vestirnos con sus pieles, pero no parece necesario que tengamos de manera innata en nuestro cerebro la instrucción “vestirse con la piel de otros animales”, a pesar de que es casi seguro que cualquier ser humano sería capaz de hacerlo, incluso aunque fuese abandonado al poco de nacer en el bosque y criado por lobos.

El ser humano es un extraordinario procesador de información: es capaz de obtenerla, manejarla y transformarla. Tal vez le hagan falta ciertas cosas adquiridas a lo largo de la evolución (¿la capacidad de planear el futuro?), pero, por el momento, la hipótesis de que entre esas cosas esté una gramática no me parece incontestable. Más bien me parece una de esas ideas a las que se les puede aplicar la navaja de Occam: no hay que multiplicar innecesariamente los entes.

ANTIFIGURAS La lucha contra el capital

miércoles, enero 25, 2006

Plantillas en Buenos Aires

Además de este weblog Pasajero, he abierto una página dedicada a los plantillazos y stencils de Buenos Aires.
Los plantillazos son esas pinturas que se ponen con plantilla y que cada vez se ven más en las ciudades. Es una variante elaborada de las pintadas.















Plantillazo de uno de los más famosos artistas
callejeros: el Dr.Hoffman (tal vez no sea él el
autor, sino que se trate de un homenaje de sus
admiradores). El Dr.Hoffman a menudo firma
con este logo sus propias plantillas

Los stencils son, si no me equivoco, esos recortables de papel que se pegan en las paredes.
el método más respetuoso con la ciudad, pero quizá no tanto con los árboles (pero tampoco dramaticemos, que no se va a acabar con el Amazonas por unos cuantos papeles en varias ciudades, y supongo que usarán papel reciclado, ¿o no?).

No sólo pondré plantillas y stencils, sino también algunas pintadas y murales.















Fragmento de un impresionante mural en una
calle de Buenos Aires. El agujero en la cabeza
del policía antidisturbios es una tubería que el
dibujante ha aprovechado para hacer más
inquietante al personaje.

No me limito allí a reunir las fotos, sino que también las comento a veces.

Es en cierto sentido un weblog de opinión, que es subjetivo y no neutral. Aunque, eso sí, los únicos intereses a los que sirve, son los míos, no los de ningún grupo, organización o similar.

Puedes ver Plantillas en Buenos Aires con este enlace:

Plantillas de Buenos Aires

Si quieres ver plantillas y stencils de Madrid, en Contraindicaciones han dedicado varias entradas en un repaso deslumbrante:

Plantillazos

Stencils en Florencia

Una impresionante campaña contrapublicitaria de stencils: Te gusta lo que ves

Todos estos enlaces pertenecen a Contraindicaciones.

En mi página de plantillas se pueden enviar comentarios, pero espero que no lleguen al tono insultante de los que se reciben en Contraindicaciones. En tal caso, los cerraría. No sé porque este tema y todos los temas relacionados con eso que se llama anti-sistema, rebelión y revolución degeneran siempre en discusiones agresivas, dogmáticas y demagógicas (¡vaya ejemplo si así se quiere cambiar al sociedad!).
Naturalmente, si los comentarios se saliesen de madre, los eliminaría. Supongo que no pasará, porque estoy fuera del circuito ultra-combativo e intento mantenerme medianamente anónimo.

domingo, enero 22, 2006

Un weblog pasajero

















Pasajero es un weblog que he iniciado en Buenos Aires.
Su nombre se debe a que pasajero es en Argentina lo que en España se dice "viajero". Un hotel para viajeros es un hotel para pasajeros.
Pero también juega con toda la riqueza semántica de la palabra pasajero y en especial con la idea de que es un weblog de transición a mi próxima página web, que ya no será un weblog.
Esa página web se llamará esteoeste, y en una próxima entrada explicaré por qué.