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sábado, febrero 18, 2006

William James y lo nuevo viejo

Compré hace unos días en Montevideo un librito de William James editado en 1904 por una editorial de Barcelona en la que leí por primera vez Aurelia, de Nerval. Era una editorial sencilla, de libritos pequeños encuadernados con un cartoncillo amarillo y por eso cuando iba a bailar podía llevar encima Aurelia y leer algunas páginas en el metro, en las calles cuando regresaba a casa o incluso en las discotecas. Intenté imitar el estilo de estos libritos en unas ediciones caseras que hice de poemas y textos, pero le gustaron tanto a mi amigo Jesús Arauzo que le tuve que regalar uno o dos libritos terminados, que su familia quemó cuando él murió.

Pero este ejemplar que he comprado en Montevideo no tiene esas tapas amarillas (en las que figuraba el nombre de la editorial), porque fue soberbiamente encuadernado en cuero, probablemente en 1914 y en Montevideo, según leo en el ex libris de un tal Juan Fernández Más.

El libo es Los ideales de la vida y reúne "discursos dados a los jóvenes sobre psicología".

Han pasado 102 años desde que James dio esas conferencias, pero me parece que mucho de lo que dice sigue siendo interesante y sensato. Creo que muchas de las mejores ideas se obtienen leyendo libros antiguos, descatalogados, de autores olvidados o ya convertidos en clásicos a los que todos comentan y elogian pero pocos leen.

William James es un autor olvidado para el público en general, al contrario que su hermano Henry. Es curioso porque en vida de ambos sucedía al contrario. En las historias de la filosofía, sin embargo, William James es un clásico, ocupando junto a Charles Sanders Peirce la vitrina del pragmatismo estadounidense. Como suele suceder, la trivialidad de las definiciones y resúmenes que de él se dan no tiene nada que ver con el William James real, rico en matices y fascinado por el mundo espiritual y emocional, a pesar de ser también un científico riguroso y un filósofo razonador.

A Peirce ya lo ha rescatado Umberto Eco de las columnas apretadas de los diccionarios de filosofía, pero James todavía aguarda un rescate. El gran neurólogo portugués Antonio Damasio elogia varias veces a James en El error de Descartes y sus palabras muestran que él, Danasio, es alguien que de verdad lee a los autores y que los lee deseando aprender, algo que no abunda, pues muchos lectores lo único que quieren es estar informados.

Damasio también critica algunas ideas de James, pero son también críticas de un lector atento, inteligente y ecuánime (lo que no implica necesariamente que sean acertadas: ni el mejor lector puede percibirlo todo en todo momento).

Este librito de James, librito pr comparación con su voluminoso y delicioso clásico Las variedades de la experiencia religiosa, depara muchas sorpresas a quienes creen que todo se inventó antesdeayer. Una de ellas es la señalada por Damasio: la importancia de la emoción en el pensamiento, la denuncia de esa errónea dicotomía entre reflexión y sentimiento.

Una de las más divertidas anticipaciones de James es cuando dice:

"El antiguo método pedagógico de aprender las cosas de memoria y de recitarlas como un papagayo en la escuela"

¡Vaya! Se suponía que ese "antiguo método" se practicaba hace 20 o 30 años y que nosotros éramos muy modernos al haberlo abandonado. ¿O tal vez ya se practicaba en los años 50 del siglo XX y fueron los locos años 60 los que lo dejaron a un lado? ¿O tal vez era el método de los años 40, o 30?

Ahora resulta que ya era antiguo en 1904. Y es seguro que si retrocedemos más en el tiempo descubriremos en los textos de los ilustrados que ya era antiguo en 1700, y tal vez en 1300... pero, ¡calla!, ¿no lo decía ya un escritor latino, tal vez Séneca o Plutarco?

En realidad, el método de memorizar como papagayos o loros siempre ha sido antiguo y siempre se ha dicho que era antiguo. Y también siempre se ha dicho lo que James dice a continuación, pero no siempre tan bien dicho: "[Ese antiguo método] se fundaba sobre un principio verdadero: el de que una cosa simplemente vista u oída y nunca reproducida verbalmente contrae adhesiones demasiado ténues en nuestra mente"

Porque, lo que sucede en la educación es lo mismo que se aplica en otros lugares, como la política: continuamente se buscan fórmulas nuevas, pero esas fórmulas nuevas cometen el error de excluir radicalmente las antiguas fórmulas y caen en el extremo contrario. El gusto por la memorización y nada más que la memorización acaba en fracaso y entonces se adopta el método contrario, que obtiene algún buen resultado por aquello de la novedad (es el llamado efecto Hawthorne), pero que acaba también convirtiéndose en una receta repetida y de nuevo fracasada. Y entonces todos miran ansiosos a "lo que se hacía antes" y se vuelve a rescatar la memorización a machamartillo. Es como si los pasajeros de un barco al advertir que son demasiados y están todos en la popa por lo que el barco se desnivela, corrieran todos a la proa. Lo mismo que con la memorización sucede con la tolerancia y la disciplina. Ahora se supone que hay tolerancia y todos buscan la receta fácil de regresar a una disciplina odiosa, cuyos resultados son también muy discutibles.