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martes, enero 31, 2006

La gramática innata de Chomsky


El innatismo de Chomsky

El innatismo de Chomsky no es exactamente igual al de Descartes. Descartes pensaba que tenemos ideas innatas, como la idea de Dios.


Chomsky piensa que tenemos un lenguaje innato. O al menos una gramática innata. Chomsky pensaba -y supongo que sigue pensando- que no era posible explicar las capacidades lingüísticas del ser humano mediante un sencillo mecanismo de imitación.

Esa era la tesis del conductismo acerca del lenguaje: imitamos el comportamiento de otros miembros de nuestra especie. Entre esos comportamientos está reír, camimar sobre dos piernas, en vez de a cuatro patas, o emitir sonidos por la boca que se asocian a ciertos objetos o actos: gritamos el nombre de un objeto y nos dan ese objeto (por ejemplo, un chupete), o incluso conseguimos que ese objeto venga a nosotros (por ejemplo, nuestro padre con el chupete, o él como único objeto).
La teoría conductista puede parecer tentadora a primera vista, pues se pueden hacer muchas cosas simplemente imitando, pero no consigue explicar el complejo funcionamiento del lenguaje humano y el de un hablante, quien no se limita a imitar, sino que puede ser creador de nuevas formas, por ejemplo, frases que nunca ha escuchado.

Así que Chomsky postuló, frente al conductismo, otra teoría: que poseemos una gramática innata.
Esa gramática innata no la habría puesto Dios en nuestro cerebro, sino que sería un producto de la evolución. Era el resultado del desarrollo evolutivo darwiniano.
En consecuencia, la teoría de la gramática innata de Chomsky se opone a las teorías conductistas acerca del lenguaje como lo haría cualquier innatismo, como el innatismo de Descartes, según el cual esa gramática la ha puesto Dios en nuestro cerebro; o como el innatismo de las ideas de Platón, quien opinaba que posemos ideas que aprendimos en el mundo ideal en el que viven las almas. Entre esas Ideas de Platón, habría, hay que suponerlo, una gramática que nos permitiría aprender el lenguaje concreto del ser humano en el que nuestra alma se ha encarnado, e incluso todos los conceptos matemáticos, como se ve en el célebre pasaje en el que Sócrates muestra como un esclavo iletrado posee, sin embargo, toda la matemática: le basta con recordarla.

Quede claro, pues que el innatismo de Chomsky no depende de Dios, como el de Descartes, ni de un Mundo Arquetípico, como el de Platón. El innatismo de Chomsky es un producto de la evolución. Es decir, es un a priori en nuestro cerebro, pero que ha surgido a posteriori en nuestra historia como especie, como los a priori kantianos que algunos consideran también a posterioris evolutivos.

Innatismo y tabula rasa
Sin embargo, aunque el innatismo de Chomsky sostiene que ya tenemos algo en nuestro cerebro desde que nacemos (una gramática) no se debe pensar por ello que las teorías rivales al innatismo necesariamente sostengan que el cerebro es una tabula rasa, una superficie virgen sin nada escrito en ello. Esa es una parodia que usan los chomskyanos para conseguir rápidamente que sus enemigos parezcan grotescos. Pero lo cierto es que incluso los conductistas sabían que el cerebro humano no es igual que el cerebro de otras especies animales y, aunque no consideraban mensurables los llamados estados internos (como las emociones o los sentimientos no expresados de manera observable), también experimentaban directamente sobre el cerebro, como en el caso del célebre perro de Pavlov o en las operaciones, a menudo bordeando el crimen, en las que se extirpaba una parte del cerebro del paciente para modificar su comportamiento.
En realidad, la idea del cerebro como tabula rasa no la propuso Aristóteles para postular que el cerebro era equivalente a una tablilla de cera sin grabar: si así fuera, las tablillas de cera se podrían haber hecho con el dominio del planeta en vez de los seres humanos. En realidad, Aristóteles usó esa imagen para oponerse al innatismo de Platón, a la teoría que sostiene que tenemos, ya desde el nacimiento, todo el conocimiento en nuestra mente y que, por lo tanto, lo único que debemos hacer es recordarlo.

Lo cierto es que son muy pocos los que han pensado que el cerebro es una tabula rasa, a no ser los innatistas teológicos estrictos, es decir, aquellos que piensan que existen dos sustancias, alma y cuerpo y que todas las funciones mentales superiores pertenecen a ese alma que penetra en el cuerpo y el cerebro y lo anima: anima (vida) es la palabra de la que deriva alma, etimología todavía presente en el castellano: el monte de las ánimas.

Sólo desde la creencia en un alma separada del cuerpo podemos considerar que el cerebro es literalmente una tabula rasa hasta que el alma se derrama en él como vino en una copa.
Pero ya he dicho que el innatismo de Chomsky se separa de los innatismos anteriores en que considera que el origen de esa gramática innata es puramente material y naturalista: un resultado de la evolución.

¿Qué es lo que ofrece la teoría de Chomsky?
La teoría de Chomsky ofrece una manera de explicar por qué los seres humanos son capaces de aprender el lenguaje.
No sé si la teoría de Chomsky es correcta o no. Sería muy interesante descubrir que lo es y que poseemos una gramática innata. Eso daría lugar a interesantes planteamientos acerca de la evolución y de la organización cerebral. Sin embargo, hay que insistir en el hecho de que la de Chomsky no es otra cosa que una teoría no comprobada. En lenguaje estrictamente científico, se trata sólo de una hipótesis, no de una teoría.

Ahora bien, en el estado actual de la investigación, considero que la hipótesis de la gramática innata es innecesaria. No resulta indispensable para explicar por qué somos capaces de aprender y manejar un lenguaje y, además, tiene una inquietante cercanía con otras teorías innatistas que no he mencionado todavía, teorías que puede parecer que explican algo, pero que lo único que hacen es describir. Por ejemplo, la teoría de los arquetipos de Jung.

Más innatismos
Jung observó que hay ciertos esquemas mentales que se dan en todas las culturas. Ello le hizo preguntarse, al igual que hizo Chomsky respecto al lenguaje: ¿cómo es posible que personas de culturas muy diferentes compartan estos esquema comunes y que incluso puedan adquirirlos seres humanos criados al margen de toda aculturación?.
La respuesta es practicamente indéntica a la de Chomsky: existe un inconsciente colectivo en el que se hallan esas figuras o arquetipos.
Hay que suponer que esos arquetipos comunes, al igual que la gramática de Chomsky, se transmiten por vía genética (¿de qué otro modo podría trasmitirse si no?), pero aquí la posibilidad de contrastar la teoría es tan imprecisa como en el caso de Chomsky.

¿Cómo podríamos comprobar que existen esos arquetipos? Podríamos hacer una lista de esos arquetipos y ver si efectivamente se dan en todas las culturas, comprobar que existen también en una persona sin contacto con ninguna cultura. Lo mismo, se supone, se podría hacer con la gramática de Chomsky.

En ambos casos seguramente encontraremos, al final de nuestra investigación, tanto los arquetipos como la gramática. ¿Por qué? Porque posiblemente no los encontramos porque estén en el cerebro sino porque estén en la naturaleza de las cosas.

Yendo de lo más sencillo a lo más complejo. Imaginemos que yo digo que a lo largo de la evolución el ser humano aprendió a distinguir entre las direccciones izquierda/derecha, norte/sur y arriba/abajo porque eso era vital para su supervivencia como especie. El que no sabía distinguir una cosa de otra no era capaz de subirse a un árbol (arriba) y era devorado por los lobos.
Pero si ahora digo que mi hipótesis es correcta puesto que, de hecho, sabemos distinguir entre esas direcciones, estoy cometiendo una falacia argumentativa. En realidad, parece más lógico pensar que cualquier animal bien adaptado para la supervivencia será capaz de distinguir tales direcciones sencillamente porque observando la realidad con cierta atención es fácil darse cuenta de que trepando a un árbol uno se libra de los lobos: no hace falta conocer conceptualmente la diferencia entre “arriba” y “abajo”.
Pasemos a un ejemplo un poco más complejo: las categorías de Aristóteles, que son: sustancia, cualidad, cantidad, relación, acción, pasión, lugar, tiempo, situación, hábito externo.

Hay discusión acerca de qué pretendía Aristóteles con estas categorías: ¿son cosas realmente existentes, son cosas que podemos decir de las cosas aunque no estén propiamente en ellas, o son, sencillamente, predicados aplicables a las cosas?

Sean lo que sean, es claro que son muy útiles y que es una manera interesante de entender el mundo aplicarle las categorías de Arsitóteles y plantearnos si existen otras que él no mencionó. Es decir, podemos intentar encontrar más posibles predicados o accidentes de las cosas. Veremos que resulta difícil encontrar más: Aristóteles era un buen observador.

Pero creo que también sería una falacia argumentativa decir que el hecho de que en todas las culturas haya una manera equivalente de referirse a las cualidades de las cosas (aunque no estén tan sistematizadas como en las categorías aristotélicas), prueba que hemos adquerido las categorías gracias a la evolución o que son figuras o ideas de un incionsciente colectivo o algo semejante.
Un último ejemplo: a pesar de la tremenda variedad de historias dramatizables posibles, cuando alguien ha intentado hacer una lista de argumentos básicos no ha encontrado demasiados. Gozzi encontró 36 argumentos posibles en los que se podía clasificar cualquier narración conocida. Goethe se lo contó a Schiller y Schiller, incrédulo, dijo que encontraría más variantes: sin embargo, encontró menos que Gozzi. ¿Debemos, por ello decír que el cerebro humano está incapacitado para encontrar más de 36 argumentos porque estos argumentos son parte de un inconsciente colectivo o de una especie de narratividad innata al ser humano? No veo por qué: parece más bien absurdo.
Pero insisto, aunque fuese cierto que todas esas cosas, la gramática, los arquetipos, las ideas de Platón, la gramática de Chomsky, o los 36 argumentos de Gozzi fuesen innatos, ¿cómo se comprueba eso?
Respuesta 1: Si encontramos una nueva categoría que no es concebible por el cerebro humano
¿Pero cómo concebir una categoría no concebible? Parece difícil.

Mostrando que los animales no manejan el lenguaje como los seres humanos y concluyendo que ello prueba que la evolución no les ha llevado a desarrollar una gramática
Tampoco les ha llevado a desarrollar las 36 situaciones de Gozzi, pero eso no hace más innatas las 36 situaciones. Tampoco los animales son capaces de cosas mucho más sencillas que manejar una gramática o una narratividad innata: ni siquiera se les ocurre vestirse con las pieles de otros animales.

Se supone que para que esa gramática sea innata debe tener algunas características que deberían existir en todos los lenguajes y que otras características no pueden existir en ningún lenguaje humano.
¿Es, de nuevo, comprobable una tesis semejante o siquiera planteable de alguna manera comprensible? Por ejemplo, esa gramática innata debería hacer que todos los lenguajes tuvieran unas características comunes, y a veces se esgrime eso como una prueba de que existe tal característica innata: la semejanza entre todos los lenguajes. Pero, en mi opinión, esas semejanzas no van más allá de la enumeración de cosas tan de sentido común o implícitas en la naturaleza de las cosas como pueden ser las categorías de Aristóteles o los arquetipos de Jung, donde a menudo se exageran los rasgos comunes y se olvidan o apartan las diferencias, considerándolas “triviales”. Por ejemplo, en el llamado viaje del héroe.


EL VIAJE DEL HÉROE
Imaginemos que queremos contar una historia sin recurrir a arquetipos de ningún tipo ni a las tradiciones culturales de la humanidad. Tenemos, como sucedía con las categorías de Aristóteles, un número más o menos reducido de posibilidades.

Número: un sólo protagonista // dos protagonistas // Tres o más protagonistas (un grupo) //
Protagonistas colectivo (una masa)

Relación entre ellos: amor //odio //amor y odio //indiferencia

Cómo empieza la historia: bien //mal //indeterminado

Cómo termina la historia: bien //mal //indeterminado

En cada categoría hay diversas posibilidades, más de las que he puesto aquí, pero no serán demasiadas de todos modos. Es de la combinatoria entre esas posibilidades de donde surge la casi infinita variedad de historias, del mismo modo que de las 32 piezas en un tablero de ajedrez que se mueven sobre 64 casillas surgen millones y millones de posibles partidas de ajedrez. O del mismo modo que de unas pocas reglas gramaticales y de un alfabeto de 24 letras surgen millones de frases diferentes. ¿Es también innato el ajedrez? ¿Es también innato el alfabeto?

Por otra parte, las diferencias entre los diferentes idiomas hacen que esas supuestas reglas universales no parezcan ser gran cosa. En el mundo hay lenguas que son ideográficas, pictográficas, alfabéticas, fonéticas, etcétera (tampoco aquí hay demasiadas variantes posibles) pero después hay lenguas que no se ajustan a ninguna de estas categorías, como el chino, que es a la vez pictográfica, ideográfica, conceptográfica, fonética y no fonética, no alfabética, etcétera, hasta el punto que es más sensato decir que no es ninguna de estas cosas y que en realidad los caracteres chinos no son ni pictogramas ni ideogramas, ni fonogramas, sino que son sinogramas, es decir “chinogramas”. Y no sólo eso, además los verbos chinos no tienen tiempo y tampoco hay artículos.
Para existir una gramática innata, asombran tales diferencias: ¿no será que cualquier posible lenguaje es creable, pensable y manejable por un cerebro suficientemente desarrollado (también, eso sí, gracias a la evolución)?.

Es decir: ¿Hace falta una gramática innata o, más bien, cualquier gramática puede ser manejada por un organismo lo suficientemente complejo?.

Es bastante evidente que hay algo en el funcionamiento del cerebro humano que nos hace capaces de manejar el lenguaje como no lo hacen, según parece, otras especies animales. También somos capaces de hacer otras cosas que no hacen otros animales, como vestirnos con sus pieles, pero no parece necesario que tengamos de manera innata en nuestro cerebro la instrucción “vestirse con la piel de otros animales”, a pesar de que es casi seguro que cualquier ser humano sería capaz de hacerlo, incluso aunque fuese abandonado al poco de nacer en el bosque y criado por lobos.

El ser humano es un extraordinario procesador de información: es capaz de obtenerla, manejarla y transformarla. Tal vez le hagan falta ciertas cosas adquiridas a lo largo de la evolución (¿la capacidad de planear el futuro?), pero, por el momento, la hipótesis de que entre esas cosas esté una gramática no me parece incontestable. Más bien me parece una de esas ideas a las que se les puede aplicar la navaja de Occam: no hay que multiplicar innecesariamente los entes.