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lunes, febrero 13, 2006

IDOLATRÍA

Marx dijo que ya estaba bien de contar la historia como si fuera la mera sucesión de grandes hombres, reyes y tiranos, porque la historia no se reducía a las hazañas y acciones de esos líderes, sino que también era hecha por las diversas clases de la sociedad.
Sin embargo, los seguidores de las ideas marxistas, son el segmento político que con más energía, y un fervor rayano en lo grotesco, admiran uno tras otro a caudillos y salvadores y rinden culto a los héroes de la revolución como si se tratara no ya de grandes hombres, sino de dioses. Incluso, como con Lenin y Mao, los embalsaman, como a los antiguos faraones. La idolatría política es un fenómeno frecuente entre muchas personas de izquierda, que suelen llevar encima imágenes del Che, Castro, Mao, Lenin, el subcomandante Marcos o, en sus buenos tiempos, Stalin.
La comparación del Che con Jesucristo no es sólo una broma de Broadway, sino que mucha gente se lo toma realmente en serio. Lo que es una ofensa para Jesucristo, pues, que se sepa, él nunca mató a nadie ni incitó a la guerra ni fusiló con placer; pero, desde el punto de vista de la lógica marxista revolucionaria, es también una grave ofensa para el Che Guevara, que creía que la religión era el opio del pueblo. Sucede que la idolatría y la capacidad de razonar raramente van juntas.
En América latina, el culto al líder no se limita sin embargo a las personas de izquierda, pues también los de derechas tienen unos cuantos héroes, como el general Perón y su esposa Evita, ídolos que son compartidos, por chocante que pueda parecer, por gentes de izquierda, incluso por gentes que también adoran en el mismo altar al Che Guevara.
Argentina es, en particular, un vivero de héroes, que crea y exporta, y no sólo en política: el Che, Evita, Perón, Gardel, Maradona... Ahora parece que está en proceso de beatificación Borges, a quien hasta no hace mucho se menospreciaba. A los dioses locales quizá habría que añadir uno importado: Freud.
Ante Maradona, Gardel, Evita, Perón o el Che Guevara el sentido crítico y la sensatez se volatilizan; a Maradona, el único vivo de los dioses argentinos, se le perdonan todo tipo de bajezas en razón de que es "Dios", como si dar patadas a un balón fuese un acto divino (hay que admitir que hay muchos dioses que no hacen mucho más que eso). Sospecho que la idolatría argentina tiene que ver con otro rasgo: la tendencia a la exageración, de la que hablaré en otro momento.