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lunes, febrero 06, 2006

El hombre de Lamarck

Tenía pensado enviar un cuento a un interesante concurso acerca de zoología imaginaria, epro me despisté y se me pasó al fecha. Así que ahora he incluido este cuento en mi Museo de los seres filosóficos.

MUSEO DE LOS SERES FILOSÓFICOS

2
EL HOMBRE DE LAMARCK


Pasen señores y vean la más asombrosa de las criaturas que alberga nuestro museo.
Sin duda habrán oído hablar del Hombre de Pekín y otros homínidos que se encuentran entre nuestros ancestros. ¿No es cierto que nuestra alma se conmueve al imaginar a estas criaturas tan distintas pero al mismo tiempo tan semejantes a nosotros? ¿De alguno de ellos procedemos nosotros, son los abuelos de nuestros abuelos, el origen, mientras que nosotros somos el resultado de siglos de evolución?
Pero, ah, la cruel naturaleza no permite que todas las especies sobrevivan y algunos se extinguen para siempre tras habitar el mundo durante milenios. Ese fue el destino de los dinosaurios, y también el de los neandertales.
El hombre de Lamarck se extinguió del mismo modo que los neandertales y los dinosaurios. Podríamos decir que fue un intento fallido de la evolución, un experimento que no prosperó.
Porque el hombre de Lamarck, como su nombre indica, no evolucionaba a la manera darwiniana, sino a la lamarquiana.
Pero me doy cuenta de que no todos ustedes conocen la diferencia entre ambas teorías. Se lo explicaré brevemente.
Sin duda, muchos recordarán aquella historia del cuello de las jirafas que aparece en tantos libros de biología. Las jirafas tenían el cuello pequeño, pero las ramas estaban altas, así que fueron estirando y estirando el cuello generación tras generación hasta que se les alargó muchísimo. Lo malo de esa historia evolutiva es que es fala. Al menos es falsa desde el punto de vista de la evolución darwinista.
Me explico: las jirafas no tienen el cuello largo de tanto estirarlo, sino que lo que sucedió fue que cuando las hierbas estaban un poco altas y las jirafas tenían el cuello corto, algunas de entre esas jirafas lo tenían un poquito más largo que sus compañeras. Y esas jirafas eran las que conseguían llegar a las hojas altas y no morirse de hambre. Como no se morían de hambre tenían jirafitas que heredaban su gen del cuello largo y así, generación tras generación, la sabia naturaleza se encargaba de seleccionar a las que tenían el cuello más largo.
Pero si las jirafas tuvieran el cuello largo a causa de estirarlo más y más, entonces eso sería evolución lamarquiana, es decir, evolución de los caracteres adquiridos. Las características adquiridas durante la vida del animal y trasmitidas después a sus descendientes. Hoy en día los científicos no aceptan la evolución lamarquiana: los caracteres adquiridos a lo largo de la vida por un individuo no son heredables.
O mejor dicho, los científicos no aceptaban la heredabilidad de los caracteres hasta que se descubrió está especie, el hombrre de lamarck, la única que se conoce que evolucionara de manera lamarquiana.
Tranquilos, no se asusten, ya sé que a primera vista la visión del hombre de Lamarck causa espanto. Sí, resulta difícil acostumbrarse a una especie con un aspecto tan variable y grotesco, ¿no es cieryto? Pero no se fijen ahora en las diferencias, sino en las similitudes.
Aquí, por ejemplo, pueden ver a una familia de homínidos de Lamarck a todos los cuales les falta la oreja derecha y la pierna izquierda, ¿verdad que es extraño ver a cuatro individuos que comparten rasgos tan concretos como la ausencia de la oreja derecha y de la pierna izquierda?. En este caso, cómo pueden observar por esta reconstrucción, fue el tatarabuelo de todos ellos el que perdió la oreja, mientras que la bisabuela, ya sin oreja, sufrió la amputación de una pierna, seguramente cuando todavía era una niña. Y como se heredan las modificaciones producidas durante la vida del individuo, aquí tienen el resultado en esta familia en la que todos sus miembro sufren ambas mutilaciones.
Supongo que ya se habrán dado cuenta de que la herencia de los caracteres adquiridos no es una buena estrategia evolutiva. Es cierto que un individuo puede heredar los músculos conseguidos por su padre, pero también heredará cualquier lesión que sus progenitores sufran antes de concebirlo. Al cabo de unas cuantas generaciones es rara la familia que conserva los dos ojos, las piernas o los brazos, o que no sufre un cúmulo de enfermedades adquiridas generación tras generación. Ya en su nacimiento, los bebes nacían ciegos, cojos, mancos y tuberculosos. El proceso evolutivo de esta especie única fue una progresiva y acelerada degeneración hasta su extinción definitiva.
De este modo, en tan sólo unos miles de años, el hombre de Lamarck desapareció de la faz de la tierra.

[También puedes visitar la sala del Demonio de Laplace]